“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Antonio Gramsci]
Por: Roberto Candelaresi
La Bestia Neofascista
Los fascismos que asolaron Europa y sus apéndices latinoamericanos en formato dictadura, a lo largo del siglo XX se los creyó totalmente desterrados. Hoy, constatamos que su esencia ya resurge en muchos países de variados continentes. Las desigualdades que trajeron en todo occidente las políticas neoliberales, sus recurrentes crisis económicas (características del capitalismo) que, sin las mallas protectoras del “Estado Benefactor”, -sistemáticamente desarticuladas en estos 30/40 años- arrojan fuera del sistema a los más débiles, otrora beneficiados, lo que crea un caldo de cultivo donde reina el espíritu del resentimiento. Esto es más grave aún, toda vez que los poderes fácticos -gananciosos como nunca- se han desinteresado en sostener el régimen democrático.
Hoy vemos como en el mundo occidental al menos, se manifiestan y crecen las ideologías de ultraderecha, que guardan ciertas similitudes con las formaciones e ideologías fascistas de antaño. Esto moviliza nuestra inquietud, pues la historia nos enseña -aunque no se repita como copia- que cuando la democracia y las libertades comienzan a ser atacadas y el odio se revela impunemente, es el momento de derrotar de cuajo esas iniciativas, antes de que alcancen el volúmen que les permita el triunfo. Se trata de generar propuestas alternativas por parte de las dirigencias políticas, pero organizando la ‘resistencia instruida’ de la militancia.
Analizando la realidad exteriorizada por parte de la -todavía- minoría neoconservadora (por darle un rótulo distintivo de sus ocasionales aliados neoliberales), el resultado que en conjunto han logrado en las últimas elecciones, resulta evidente notar que han logrado reunir a una colectividad orgullosa de ser de derecha, capaz de movilizar los malestares y las inquietudes de una parte importante de la sociedad.
Nuestro llamado en este modesto artículo es sortear el gran problema de gobernabilidad de nuestro país, y de otros en semejante estadío, por la parsimonia de la “moderación” y la confianza en que a las democracias consolidadas no pueden ser ‘arrolladas’ por los enemigos de las libertades y derechos. Las lecciones del pasado, nos dictan que los movimientos políticos con características emotivas, de filosofía reduccionistas, fácilmente digerible por la masa; siempre dejan simientes, que convenientemente “abonadas”, resurgen mejoradas. Por ello, la confianza no puede ser suicida.
Para quienes den el combate [gobierno y militantes demócratas] desde el campo «popular», se les impone entender tanto su método como sus formas de organización, del mismo modo que sus diferencias internas y sus puntos débiles. La reflexión debe incluir conocer cómo las corrientes conservadoras y autoritarias son la base y redoblan la legitimidad de las jerarquías del capitalismo neoliberal, justificando la explotación y la subordinación de las mayorías.
Porque justo es tener presente que en la lógica capitalista se establece una jerarquía basada en la capacidad económica -estructurada según ejes discriminativos. Pruebas al canto: hay países africanos y asiáticos que, ante la pandemia (global por definición) solo vacunaron minorías, ante la inasistencia por falta de solidaridad de los poderes desarrollados. En ese sentido, es que el capitalismo (per sé) es fascista.
Los enfoques a desplegar deben ser múltiples, tarea interdisciplinar cuyo objetos de estudios sean aspectos variados e inéditos. Por ejemplo; se debe desentrañar la íntima conexión entre los nuevos fascismos y el neoliberalismo. Pues en efecto, los nuevos fascismos mantienen un fuerte vínculo con los mercados, el poder financiero y el capitalismo global.
Desde ‘abajo’, el pueblo que sufrió todos los trastornos causados por el neoliberalismo (pérdida de empleo, desamparo, hambre, exclusión, etc.) también sufrió una desazón y consecuente desconfianza en la democracia, todo lo cual prepara el terreno para adherir a ‘soluciones extremas’, no percatándose de que en realidad, el ultrismo de derecha, no viene precisamente a disputar el poder con el causante neoliberalismo, sino para aliarse a él y vulnerar a las opciones democráticas nacional-populares.
El capitalismo de esta última fase, puede despreciar al sistema democrático pues prescinde de él, para su funcionamiento. Habiendo roto el pacto social de posguerra [Estado Benefactor, Peronismo, Varguismo, etc.] quienes dominan material y culturalmente la globalización, prefieren opciones autoritarias, que le garanticen aún más, su hegemonía. Por eso, la ultraderecha le es funcional y de allí su apoyo a estas expresiones.
Otro tanto de interés resultaría enfocarse en la conexión entre el neofascismo surgente y ciertos movimientos religiosos fundamentalistas. O, el discurso que prepara esta ultraderecha para con el mundo laboral, un mundo nuevo y atomizado escasamente explorado por las corrientes populares, como otro aspecto interesante a analizar.
Tengamos presente que ser demócrata equivale a ser antifascista. No hay medias tintas. La resistencia a este ‘renovado’ fenómeno que amenaza a las democracias, implica -al menos en nuestro país y región – no solo darle combate en las urnas con discursos claros, transparentes que denuncien el peligro, es también defender la agenda progresista, y reconstruir la justicia social, la igualdad y la comunidad desde los despojos dejados por el neoliberalismo, erradicar el «sálvese quien pueda» individualista, ofreciendo cuidados colectivos, y desmitificar la promesa de “seguridad” de los “nuevos” líderes provindenciales.
LA “GUÍA” DE LOS HERMANOS DEL NORTE NO DEBEN INTERFERIR CON LA CIENCIA.
Las comparaciones y analogías históricas pueden contribuir a pensar un fenómeno social determinado, a contextualizarlo, analizarlo o buscar similitudes y diferencias. Pero para que ese mecanismo sea válido y didáctico, todo evento a ser sometido a un estudio, debe abordarse haciendo caso omiso a las declaraciones, descripciones, apreciaciones o relatos que cualquier gobierno (o actor) ajeno al del territorio de ocurrencia, pueda formular. Se trata de objetivizar en lo posible la substancia, usando criterios cintíficos para evitar prejuicios. Y esto es así, porque los países, -especialmente las potencias que tienen intereses por doquier- suelen efectuar comparaciones, o destacar supuestas similitudes entre un hecho y otro del pasado o de otra latitud , dado que facilita la ‘pedagogía’ cuando se trata de un hecho conocido por las masas, con el solo propósito de generar apoyo a sus intervenciones, es decir, les sirve como herramienta política.
Por ejemplo, Estados Unidos demonizó la figura de Saddam Hussein comparándolo con un Hitler con un arsenal químico y nuclear, puras falacias, pero le fue suficientemente útil (logró la legitimidad del Consejo de Seguridad de la ONU) para invadr a Irak y derrocar al ‘tirano’ (su antiguo ex socio, por otra parte). Esa comparación fue solo propagandística y errónea conceptualmente. No corresponde ligeramente comparar cualquier fenómeno autoritario o dictatorial con el nazismo y su cabecilla. Por otra parte, asimilar los contextos de diferentes épocas, resulta en una simplificación inconducente. Las vaguedades forman parte de ciertos discursos políticos – normalmente cuando se trata de engañar a la audiencia – pero son estériles para el análisis político.
Con las prevensiones expuestas, digamos que es menester reflexionar problematizando el ascenso de nuevas fuerzas políticas de “extrema derecha”, en cada región o país, pero ponderando las variables que actúan localmetne y en el presente.
UNA VUELTA POR LA “NUEVA” EUROPA Y APUNTES SOBRE LA “DERECHIZACIÓN”
El ascenso del capitalismo trajo la expansión colonial y millones de africanos, árabes, musulmanes, hindúes y asiáticos abandonaron las colonias (antes y después de las independencias) para instalarse en las metrópolis; [cuna del desarrollo capitalista y del “pensamiento democrático moderno”]. A ellos se le sumaron contingentes de trabajadores ibéricos y turcos, buscando mejores remuneraciones en Europa central. Fenómeno también profundizado desde la guerra fría, y acelerado luego de la caída del muro de Berlín, con protagonistas como los europeos del Este, y otras corrientes migratorias del cercano oriente.
Los países que más gente recibieron, vieron modificarse progresivamente sus sociedades, y en algunos (Francia, Alemania) la integración –consecuencia de la inmigración– se convirtió allí en un problema social y político. Los hijos y nietos de aquellos inmigrantes, nacidos en el corazón de Europa son sin embargo considerados “nacionales de segunda categoría”, lo que motiva recurrentes manifestaciones de protesta, y la radicalización de algunos.
Respecto de los cambios en el viejo continente, diría en 2005 la famosa (y provocadora) periodista Oriana Fallaci que “Europa ya no es más Europa; es Eurabia, una colonia del islam, donde la invasión islámica no es sólo física, sino mental y cultural”. El caso es que los jóvenes musulmanes nacidos en Europa son un reflejo de estos cambios. No se sienten parte del mundo de sus antepasados, pero padecen discriminación. Para peor, la transformación de la estructura productiva en el “primer mundo”, con la consecuente desaparición de los grandes conglomerados industriales y sus organizaciones sindicales, y, la pérdida de referentes socio-políticos del pasado, los deja sin perspectivas claras acerca su futuro, y esa vulnerabilidad trae encono, no integración.
Entre el gobierno de los países y los partidos poíticos de sus respectivos sistemas, no hay consensos sobre el diagnóstico por lo que las respuestas a la falta de integración o incluso a la radicalización, son heterogéneas. No todo es tensión política. Hoy en europa se disfruta (en sus principales capitales) de espacios verdaderamente multiculturales. Pero volviendo a lo político, digamos que numerosas formaciones comúnmente definidas de “extrema derecha” quieren evitar antes de que sea irreversible la (necesaria) integración de la sociedad (Brexit por caso). Por eso se aferran a valores tradicionales y no admiten la introducción de nuevas costumbres, ritos, expresiones culturales.
Lo que se presenta en Europa y en Estados Unidos como un problema social de difícil resolución (por la porfía de parte de la sociedad a tratar el tema) por la inmigración ‘indeseada’ o la descendencia díscola de aquella , en Latinoamérica hay un reflejo semejante toda vez que la derecha en general y la extrema en particular, cimientan el odio de clase, el rechazo a los excluídos, a los pobres, con la misma intensidad que los “ultra” del “primer mundo” reniegan el respeto al ‘otro’ foráneo, todo aquello que no encaje perfectamente en la matriz nacional. En ese orden, las fuerzas de seguridad de nuestra región, casi sin excepción, desarrollan conductas autoritarias, represivas (antes que preventivas) y vejatorias contra la población más vulnerable, y ello sin dudas como prueba de su colonización mental; la apropiación de la arenga de la clase dirigente, un discurso fascistoide.
En todas las experiencias de este siglo por el vasto occidente, vimos progresar y retroceder las corrientes ideológicas, de centro, centro izquierda o centro derecha que, encausadas en los partidos tradicionales de los sistemas, se sumergen en sus propias contradicciones y no se deciden a implementar a fondo, muchos de los postulados de campaña.
Claramente los movimientos nacionales y populares, e incluso las alianzas de izquierda que llegan al poder, desarrollan sus políticas con toda moderación y en permanente diálogo con las fuerzas vivas de la sociedad y de la oposición. Quizás, eso es como manifestación de prudencia y respetando a minorías disidentes. Sin embargo, la experiencia de la derecha en el poder, es que están dispuestos a concretar todos sus objetivos, y lo hacen a como de lugar. Las formas institucionales no significan una barrera para estos “ultras”. El gobierno de Macri en la Argentina nos prodiga numerosos ejemplos del desoír las voces populares, y atropellar todo protocolo democrático cuando se trata de acometer sus fines.
Aún la literatura en la ciencia política, no ha consensuado definiciones para las expresiones autoritarias, elitistas y segregacionistas a las que hacemos alusión. Así, algunos autores emplean los términos de “neonazis”, “neofascistas”, de “derecha”, “ultraderecha”, “extrema derecha” o nazis y fascistas a secas, pero como ya previnimos mas arriba, las peculiaridades de cada caso (mas allá de las características comunes que presentan), justifican epistemológicamente todavía esa falta de conceptualización genérica.
En este aspecto, la ciudadanía está mas expuesta al lenguaje de adjetivaciones inapropiadas que utiliza gran parte del periodismo, a veces para ocultar, otras con fines “comerciales” y tantas con el propósito de denostar o descalificar alguna corriente política por el solo hecho de no acordar con la línea editorial del medio de que se trate. En definitiva, tengamos presente que el análisis que no sea académico, sino solo periodístico, suele ser superficial y no repara en disquisiciones teóricas, ni tienen la rigurosidad que los cientistas sociales emplean al analizar fenómenos colectivos, y prefiere el sensacionalismo antes que el análisis riguroso de un fenómeno. Incluso, las mismas definiciones que hoy son usadas por los especialistas, se plantean como problemáticas, por ejemplo respecto a las expresiones de “izquierda” o “derecha” por “anticuadas” en opinión de muchos.
LAS MUTACIONES DE LA POLÍTICA OCCIDENTAL
En una época de crisis y redefinición de la representación política ante los cambios en todas las esferas que ha traído el posmodernismo, emergen fuerzas que, influenciadas por ideologías totalitarias, ocultaban sus ascendientes ideológicos porque era políticamente incorrecto verbalizarlo, sin embargo, la mutación de valores, el OLVIDO de los mayores o el DESCONOCIMIENTO de los estamentos más jóvenes, acerca de épocas aciagas que sufrió la humanidad por aquellas, ahora se deciden a exteriorizar su modelo, y lo hacen con el orgullo de lo “disruptivo”, por lo “novedoso” y el ascenso al liderazgo de gente no maculada por la política, que no pertenece a la CASTA POLÍTICA (¿?).
Es cierto que, tanto en el hemisferio Norte como en el Sur, la mayoría de esas formaciones de libertarios extremos o ultraconservadores apasionados, se adaptan tarde o temprano al sistema, incorporando a sus representantes en el parlamento. Pero, a su vez, ello no es entera garantía del respeto a todas las prescripciones constitucionales, como hemos visto, no solo en la Argentina de Macri, sino en tantos otros países hermanos.
Lo que también ha de atenderse en el análisis, que esta derecha dura ya se despojó de complejos de marginalidad y ahora se muestran legitimados por una gran capacidad de convocatoria, incluso de sectores populares que no se verían favorecidos por el rumbo a que aspiran. Ahora son los valores lo que define el comportamiento del electorado, no el interés económico directo ni la lealtad tradicional.
Tal vez aquella ‘moderación’ con que calificamos a las alianzas o partidos progresistas, para desempeñarse en el poder, contribuya a la dilusión de los referentes ideológicos que en el pasado estaban bien marcados, incluso en forma dicotómica en algunos sistemas. Causa y efecto del desdibujamiento de partidos incluso tradicionales, que, o se “adaptan” adhiriendo a valores otrora antagónicos (UCR), o pierden en principio su poder reformista (PJ) o revolucionario que alguna vez lo caracterizaron.
En Europa en tanto, la Socialdemocracia, además, se ha liberalizado hasta tal punto que ya es casi imposible distinguirla de los partidos que abrazan el credo liberal (A. Merkel en Alemania), e incluso las vertientes social cristianas también prácticamente han desaparecido. Los laboristas británicos están en crisis y perdieron el poder y muchos escaños. Para ‘peor’ el conservador B. Johnson ha hecho que la codicia, el victimismo blanco, la corrupción y la xenofobia no solo sean respetables, sino que se pongan fatalmente de moda en las pequeñas ciudades antaño industriales de Inglaterra.
La pérdida de referencias ideológicas, el individualismo competitivo (miedo al “Otro”) y las medidas de fórmulas neoliberales aplicadas en los países, tanto como producto de la Globalización consensuada en los países principales, como de la imposición por parte del FMI, el BM y otras instituciones a los países deudores, deja a masas vulnerables (desocupados, excluídos) a disposición del canto de sirenas tan atractivo por lo simple, ramplón y contundente de la derecha dura.
Desde Wilhelm Reich sabemos por la psicología de masas que el “marketing” de la política que permite llevar adelante campañas electorales y llegar al corazón de millones de personas, requiriendo la actitud emocional de las masas, esto es, a través de ciertos mecanismos subjetivos que apelan al inconsciente y los sentimientos irracionales que afloran .
EPÍLOGO
Con una democracia jaqueada por el neoliberalismo lo que se está desarrollando a ambos lados del Atlántico es una crisis de las instituciones políticas. Basados a su vez en el trance del sistema de representación, que se acomoda lentamente a los intereses y demandas populares, y queda descolocado por la dinámica acelerada que tiene la sociedad postindustrial, las fuerzas de derecha aprovechan para tentar a la ciudadanía (asistidos por medios masivos) con recetas demagógicas que pretenden terminar de desarmar los resabios del estado benefactor, y reducir a éste en modo minimalista «para que deje de pesar sobre la espalda del pueblo» y lograr la total … «libertad» de cada cual. El proyecto cultural de “populismo” se va descomponiendo de ese modo, en una creciente porción de la población.
Hasta en el caso norteamericano, en plena decadencia de la hegemonía imperial, la experiencia de Trump (como derecha “populista”) muestra que hasta el “contrato social” –del cual era una de las bases materiales– se resquebraja sino que sus efectos se hacen notar también en la otrora decana y sólida estructura constitucional, por eso contó con muchos adeptos, pero no porque cuestionara el sistema neoliberal que condujo a una virtual desindustrialización de bienes comunes (commodities industriales) y tantos pobres y excluidos [se estiman en unos 42 millones la capa social en esa condición] , sino por sus promesas de revertir solo el aspecto de la pérdida de puestos de trabajo domésticos. El ánimo exaltado y propio de un neofascismo de sus seguidores, quedó plasmado en la movida autoritaria y pretendidamente destituyente que protagonizaron en el Congreso Federal en enero de este año.
LAS LECCIONES DEL CASO NORTEAMERICANO Y EUROPEO
Las lecciones que se pueden extractar de ciertos episodios, fenómenos sociales o desarrollos socio-políticos, deben ser siempre adaptados a la cultura local, a su historia y a nuestras prácticas. Es totalmente fútil extrapolar experiencias o casuística, pues para aplicar tales enseñanzas se deben reconocer variables intervinientes en el lugar que ocurra el objeto de estudio, y luego modelizar considerando cuestiones peculiares de nuestra cultura, prácticas y costumbres. Sin embargo, es importante desanudar (analizar) los fenómenos para reconocerlos y comparar las ocurrencias o las tendencias hacia ellos. Formuladas esas prevenciones avanzamos concluyendo que:
A). – La política no puede ser neutralizada para prolongar el statu quo democrático, aunque la alternativa (prácticas y doctrinas ultras) resulte repudiable. Las divisiones de todo tipo que ya existen en la sociedad deben superficializarse, y exponerse al debate. Ellas incluyen divisiones de clase, territoriales, económicas, culturales, MORALES, (que significa la lucha por valores entre dos grandes grupos sociales, se contraponen en el ámbito familiar, sexual, de reconocimiento de género, etc.) y menos significativo, –al menos hasta la actualidad en Argentina (mientras sigue creciendo la feligresía evangélica podemos avizorar un futuro conflicto), pero presente en otros países– la discriminación o conflicto religioso.
B). – Debemos poner entre paréntesis a la categoría de “populismo”, que amalgama discursos tanto de la izquierda como de la derecha, la tentación a enredar o “paralelizar” actitudes, hechos protagonizados por unos y otros no arroja luz sino confusión, puesto que, aunque similares sus rumbos son opuestos. La crisis del “sistema”, implica una crisis de legitimidad al mismo tiempo que de representatividad, no siendo una ‘doctrina’ sino un hecho político objetivo.
C). – Se debe tener presente, considerando las posiciones de la derecha globalizada y su experiencia, que lo que está en juego es la competencia entre un modelo institucional que renueve a la DEMOCRACIA, con mayor participación popular y con verdadera escucha de las demandas generales de la ciudadanía, u otro que pretende reducir la DEMOCRATIZACIÓN que las repúblicas han logrado desde la gran guerra. ¿Será que esas facciones políticas evocan a 1984 de George Orwell? [la manipulación de la historia y la creación de falacias, en definitiva: la aniquilación del yo y la destrucción de la capacidad para reconocer el mundo real]. Ciertamente una distopía para nosotros, los demócratas. Pero el ideal para el fascismo.
«Democratizar la democratización» significa dar cabida a enormes demandas de participación pública, a pesar del riesgo de confrontación entre facciones y partidos (o cosmovisiones). Esto incluye un replanteamiento de la ciudadanía activa, una “guerra civil”. Esto incluye examinar o equilibrar (contrapesar) el poder del dinero, la tecnología y el patrimonio (cultura o de la propiedad).
En el marco general, un tema preocupante es que hay una VIOLENCIA ínsita en las expresiones de la (ultra)derecha, y no solo en lo discursivo, está siempre potencialmente presente. Innumerables casos han sido registrados de ataques a símbolos de los derechos humanos, o contra propiedad, personas o atributos del gobierno nacional. Precisamente quienes generan temor, reclaman al gobierno por la seguridad como tema prioritario.
Afortunadamente, existen las asambleas espontáneas que reviven la idea de la gente que delibera y actúa, y hay movilizaciones y protestas numerosas que dan muestra de las energías que en efecto existen para una renovación de la democracia. Pero los gobiernos tienen que acompañar estos procesos, demostrar que escuchan y son flexibles, y que compensan con su intervención la acumulación y concentración de poderes monopolizados por la oligarquía, socios putativos de las huestes fascistoides. El Estado es el bastión de la ESPERANZA para la sociedad, la SOBERANÍA que limita la globalización impuesta. No puede bajar los brazos pues la desazón en una sociedad es el caos y lo impredecible.
La apuesta ante este avance “totalitario” del nuevo cuño: El renacimiento de una política hecha por el pueblo y para el pueblo.